Carta de Sara (Voluntaria 2017)
Para mí todo empezó como un gran sueño. Hacía mucho tiempo que sentía la necesidad de poder sacar a fuera toda la energía que tenía dentro y no podía canalizarla de ninguna manera más que formando parte de algún proyecto de alguna ONG. Así pues, después de algunos meses vagando por internet me topé con KASAK, no sé por qué pero debo de admitir que desde el primer momento en que leí sus proyectos y vi el documental que está disponible en la web me cautivasteis. Al principio dudaba mucho sobre mis cualidades y sobre si sería una voluntaria suficientemente buena como para poder aportar algo de valor, pero al fin y al cabo pensé en que cada uno tiene sus características como persona y que de una forma u otra encontraría el modo de dar lo que tenía.
Después de conocer al equipo en la formación de Madrid, llegó el día del viaje. Tengo la sensación de que desde que coincidimos en el aeropuerto de Frankfurt ya éramos un equipo sólido. Es una de las cosas que más he agradecido durante mi estancia: tener un grupo de compañer@s espectaculares con lo que he podido compartir un montón de vivencias, carcajadas, llantos y alegrías. Gracias a cada uno de todo corazón.
Respecto al proyecto, y ya sin irme por las ramas, tengo que decir que me ha parecido un proyecto super sólido, consolidado y lo más importante, parte de los nicaragüenses. Es una de las cosas que he aprendido de vosotros. La caridad no resulta fructuosa a largo plazo, no vale cuando se termina. Se necesita crear un proyecto de formación e involucración, crear vínculos y pedir contrapartes, en resumen, hacer el proyecto nicaragüense.
La vivencia en la zona rural ha sido dura. Aun así creo que son las situaciones límite las que te marcan en la vida. Me ha encantado poder vivir como un Nica durante mi estancia en Agua Agria, porque me ha dado la oportunidad de empatizar 1000 veces más con los lugareños; de entender sus problemas, de tener sus mismas preocupaciones y necesidades. Soy muy feliz por haber podido trabajar durante las primeras horas de la mañana con un machete podando plataneros, jalando palos para preparar el terreno para la siembra del frijol, limpiando la ropa en una piedra como antaño o recogiendo tierra para el suelo de la cocina. He podido ver que la vida no es fácil para la gente de la zona rural de Nicaragua (aunque ya me lo imaginaba), pero vivirlo en primera persona, poder ayudarles y poder compartirlo es un privilegio.
El trabajo con los niños también es una de las mejores cosas que he hecho en este viaje. Aunque no teníamos recursos para dar clases en condiciones a las que estamos acostumbrados los occidentales, se despierta tu parte creativa, resolutiva, empática y alegre. Y eso es lo que intentas transmitir más allá de las lecciones de matemáticas, literatura o inglés. Intentas que se motiven con los estudios, que vean un futuro más allá de casarse a los 15 años o tener toda una vida dedicada al campo (que es totalmente respetable, pero algunas veces no ha sido una opción/elección).
El viaje de vuelta suele ser como despertar. Personalmente he necesitado un periodo de reflexión y asimilación. Me he sentido taaaannnn afortunada… Me emociono al pensar todo lo que he vivido. Cuando la gente me pregunta que tal me ha ido por allá, muchas veces me quedo sin palabras, porque hay taaanntooo que explicar… No sé explicar las cosas con 2 palabras, necesito dar detalles y complementar mis relatos con emociones. Es algo que tengo que mejorar, porque me encantaría proyectaros, tener la capacidad de daros a conocer en mi entorno. Es algo que voy a hacer, lo tengo claro.
Simplemente daros las gracias por acogerme y hacerme sentir parte de vuestro proyecto. He sido feliz, espero veros muchas más veces en esta camiñada que continua fuerte hacia un futuro mejor.